Está cerca el Reino de Dios

7 de julio de 2019 – 14 Domingo Ordinario

El papa Francisco ha lanzado un proyecto pastoral para toda la Iglesia. Se trata de renovar todas las estructuras para que estén al servicio de la evangelización. Desgraciadamente está encontrando muchas inercias, reticencias, resistencias e incluso oposición a los cambios, justificándose en que la verdad es inmutable y eterna. Los detractores de la fe cristiana están convencidos de que la Iglesia por sí misma no cambiará a no ser que se vea sometida a fuertes presiones internas y externas.

Sin duda no basta que el papa quiera reformar la Iglesia si no encuentra grupos de creyentes decididos a esa reforma. Sólo los que se han encontrado personalmente con Cristo y han experimentado la alegría de ver su vida transformada son capaces de afrontar los nuevos retos de comunicar la Buena Noticia de Jesús. Estos creyentes se han dado cuenta que las presiones externas de la sociedad y de los medios de comunicación no son una persecución de la Iglesia sino que han ayudado en ese trabajo de reforma y purificación.  

La verdadera reforma de la Iglesia propuesta en el Concilio Vaticano II tendrá lugar cuando la Iglesia se mire en el espejo de Jesús y vea la distancia que hay entre la manera de actuar de ella y Jesús. La Iglesia sólo puede continuar la obra de la evangelización, iniciada por Jesús y sus apóstoles, en la medida en que es fiel al Evangelio recibido. Tan sólo la presencia de testigos creíbles puede hacer actual la Buena Noticia de Jesús. En cada época de la historia es el mismo Jesús el que sigue enviando a sus discípulos (Lc 10,1-12.17-20). Éstos deben asumir la misión de Jesús y no inventarse otro estilo de vida. Cada vez más estamos descubriendo que la Iglesia ha seguido muchas lógicas humanas y no las orientaciones de Jesús, reafirmadas en el Vaticano II.

El contenido del anuncio evangélico es siempre el mismo: “está cerca de vosotros el Reino de Dios”, es decir: “Dios te ama”. Ésta es la buena noticia que porta la consolación a todos los oprimidos y afligidos (Is 66,10-14). La cercanía de Dios anuncia el final del sufrimiento y de la opresión. Dios va a intervenir a favor de su pueblo y a traerle la paz y la abundancia de bienes.

La Iglesia resultará creíble si lleva a cabo el programa de Jesús, de lo contrario le pasará lo que a los partidos políticos. Como ellos no gozará de ningún aprecio por parte de las personas porque predica una cosa pero hace otra. En vez de continuar la obra liberadora de Jesús, muchas veces los creyentes oprimimos sobre todo a los débiles y pobres, a los refugiados y emigrantes.

La manera de realizar la misión repite es muy importante y por eso Jesús dio sus enseñanzas tanto a los a los doce apóstoles como al grupo más amplio de discípulos. En ellas se muestra el estilo propio de la misión de Jesús. Pablo lo entendió muy bien cuando dice: “Yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús” (Gal 6,14-18), “mi vida ha sido transformada por Cristo”. Jesús envía sus discípulos  de dos en dos para ser testigos creíbles de la experiencia que anuncian: el Reino construye comunidad. La misión es siempre difícil pues uno se encuentra siempre indefenso como ovejas en medio de lobos. No se le permite al discípulo proveerse de los medios más necesarios para subsistir. Debe confiar en la Providencia y en la buena acogida de las personas a las que anuncian el Reino, que hacen presente mediante las curaciones. Pero no deben hacerse ilusiones, muchas veces serán rechazados.

Los discípulos volvieron muy contentos de aquella misión porque hicieron grandes prodigios en el nombre de Jesús. El anuncio del evangelio significa, según Jesús, la ruina de Satanás. Pero la alegría del discípulo no debe basarse en los milagros que realizará sino porque le espera una gran recompensa en el cielo. Participar en la misión de Jesús significa también tener parte en su destino glorioso junto al Padre.

La Iglesia se construye en torno a la Eucaristía como Iglesia misionera porque en ella pedimos al Padre que reúna a todos los hombres por medio de su Espíritu. En cada Eucaristía experimentamos que el Reino de Dios está cerca y que el Señor Jesús está viniendo a nuestro encuentro.


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