El Señor hace misericordia

24 de junio de 2018 – Nacimiento de San Juan Bautista

En tiempos de transición y de cambio, siempre ha habido personas que han intuido hacia dónde caminaba la historia. Son los llamados precursores que se anticipan a su tiempo. Muchas veces viven un verdadero drama pues la intuición del futuro nunca es totalmente clara y definida. Entre los precursores están sin duda muchos de los profetas que vivieron grandes conflictos con las autoridades y el pueblo. Ellos veían claro hacia dónde apuntaba el obrar de Dios, mientras que sus contemporáneos estaban totalmente ciegos. Muchas veces esos profetas tuvieron la sensación de estar perdiendo el tiempo y que su misión respecto al pueblo estaba condenada al fracaso. Sin embargo Dios es siempre capaz de servirse de sus enviados para sacar adelante su proyecto (Is 49,1-6).

La figura de Juan Bautista es en este sentido sintomática. Está situada en la transición del Antiguo al Nuevo Testamento. Intuyó claramente la venida del Reino de Dios que venía a juzgar la tierra, a establecer la justicia. Era un acontecimiento que invitaba a la conversión ante la amenaza de lo que se venía. También Jesús está convencido de la venida del Reino de Dios e invita a la conversión. Pero no porque el Reino represente una amenaza sino porque es la gran oferta de salvación de Dios sobre todo para los pobres y los excluidos. Juan Bautista debió de sentirse un tanto desorientado por la figura de Jesús de manera que una vez le envió mensajeros a preguntarle si era el Mesías de Dios.

La vida de Juan Bautista está toda ella marcada por la mano de Dios. Hijo de una madre estéril, su persona será como un signo profético del amor de Dios que “hace misericordia” (Lc 1,57-66.80). Eso significa en hebreo el nombre Juan. Va a ser el último profeta, antes de la venida del Profeta definitivo, Jesús, al que deberá  indicar entre los hombres. La propia figura de Juan fue tan colosal, que muchos lo tuvieron a él por el Mesías, y él mismo tuvo que aclarar esa confusión (Hech 13,22-26). Curiosamente pertenecía a la clase sacerdotal, pero no lo vemos actuar en el templo como su padre. Como otros profetas sacerdotes anteriores, Jeremías o Ezequiel, Juan escoge la plaza para interpelar a los hombres.

La misión de Juan, sobre el que reposaba la mano de Dios, era indicar con su mano quién era el Mesías de Dios, Jesús. Los hombres no deben mirar su dedo sino la persona que viene indicada con su dedo. Misión muy hermosa, que comporta, ir disminuyendo para que el Señor pueda crecer. Se trata de ser signos tan transparentes, que apenas se ven, pero que indican con claridad a la persona que buscamos. En Juan Bautista está como representada la misión de la Iglesia, que señala al Señor.

Todos los cristianos formamos parte de un pueblo profético que tiene la capacidad de leer los signos de los tiempos a través de los cuales descubrimos la actuación de Dios en nuestro mundo. La Familia Marianista de manera particular es heredera del Beato Chaminade y de la Madre Adela de TrenquelIéon, recién beatificada. Su intuición de que todos somos protagonistas en la Iglesia se ha ido desarrollando con fuerza sobre todo después del Vaticano II. Queda todavía mucho que hacer para que todos asumamos un papel profético en esta sociedad en la que ha desaparecido del horizonte de la vida la realidad del Reino de Dios.

Que la celebración de la eucaristía renueve en nosotros esta vocación profética de manera que seamos testigos de ese Reino que viene a establecer la justicia, la paz, la verdad y el amor.


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