Vence la indiferencia y conquista la paz

1 de enero de 2016 – Santa María, Madre de Dios

Os deseo a todos un Feliz Año 2016, que comenzamos bajo la protección de Santa María, Madre de Dios. Que Ella haga realidad nuestros deseos de Paz y Felicidad (Num 6,22-27). Todos queríamos dejar atrás el año que ha terminado. Sin duda no cumplió los deseos que teníamos al comenzarlo. El problema doloroso de los refugiados y emigrantes, los diversos conflictos armados, los ataques terroristas siguen mostrando que queda mucho por hacer. Por eso el papa Francisco ha escrito un mensaje para la Jornada Mundial de la Paz: “Vence la indiferencia y conquista la paz”.

El papa comienza invitándonos a no perder la esperanza de que 2016 nos encuentre a todos firme y confiadamente comprometidos, en realizar la justicia y trabajar por la paz en los diversos ámbitos. El papa no ignora todos esos acontecimientos negativos pero invita también los esfuerzos que el mundo ha hecho en la reciente Cumbre para el Clima. La misma Iglesia este año que termina ha celebrado el 50 aniversario del Vaticano II que ha supuesto una manera  nueva de situarse en el mundo, en diálogo y al servicio sobre todo de los pobres. Este año vamos a celebrar además el Jubileo de la Misericordia. Hay esperanzas fundadas de que las personas tienen capacidad para vivir de forma más solidaria.

La gran amenaza a la solidaridad está en la indiferencia, en el cerrar los ojos para no ver lo que está ocurriendo. Empieza con la indiferencia ante Dios y continúa con la indiferencia ante los demás. Hay que pasar de la indiferencia a la misericordia, lo cual supone una conversión del corazón. Hay que promover una cultura de solidaridad y misericordia para vencer la indiferencia. La paz es fruto de una cultura de solidaridad, misericordia y compasión. En el espíritu del Jubileo de la Misericordia el papa exhorta a todas las personas, pero también a los Estados. ”Los Estados están llamados también a hacer gestos concretos, actos de valentía para con las personas más frágiles de su sociedad, como los encarcelados, los emigrantes, los desempleados y los enfermos”.

La fiesta de Santa María, Madre de Dios, sigue siendo como la Navidad, ante todo la fiesta de la vida (Lc 2,16-21). Una vida confiada a los cuidados de los hombres y mujeres. Una vida que debe ser protegida desde su concepción hasta el momento final. Una vida siempre amenazada por el egoísmo humano y las tendencias destructoras que residen en el corazón del hombre y que se pueden desbordar cuando son manipuladas por las ideologías políticas.

María, Madre de Jesús, que es el Hijo de Dios, nos enseña a mirar al hombre concreto, al hombre sufriente y doliente que las ideologías consideran un número dentro de la nación, el pueblo, el estado. La verdad del hombre es siempre una verdad concreta, con un nombre propio, con un rostro único e  irrepetible, que traduce el rostro humano de Dios manifestado en Cristo Jesús. De la misma manera que los padres dan un nombre al hijo antes de nacer, Jesús fue llamado con ese nombre ya en el momento de la Anunciación. María es la puerta que abre este nuevo año y que nos introduce siempre en el Reino, porque Ella nos lleva siempre hacia Jesús. Que Ella nos acompañe a lo largo de todo este año y nos conceda la Paz y la Felicidad.

 


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