El Reino de Dios está cerca

26 de enero de 2014 – Tercer Domingo Ordinario

 

Desde la elección del papa Francisco, muchos creyentes y no creyentes han vuelto a mirar hacia la Iglesia como portadora de una Buena Noticia, del evangelio. Hemos visto de nuevo que es posible vivir la alegría del evangelio, tal como hace en sus pequeños gestos y palabras Francisco. Confiemos que su ejemplo vaya prendiendo en todos los creyentes de manera que podamos ser testigos creíbles del Reino de Dios.

El Reino supone una transformación de la realidad, un paso de las tinieblas a la luz: “el pueblo que caminaba en las tinieblas vio una luz grande” (Is 8,23-9,3). Son precisamente los que viven en la tiniebla de la opresión y de la miseria los que experimentarán la luz del Reino. El Reino se hace presente en Jesús, en su persona, en sus palabras y en sus acciones. La persona de Jesús encarna el Reino. Dios se nos comunica en Cristo Jesús y comparte con nosotros su intimidad personal trinitaria. Esa vida es el Reino, vida que se hace presente ya ahora en la historia de los hombres que se convierten y cambian de vida.

El Reino se hace presente en la predicación de Jesús. Sus palabras son como un grande exorcismo que echa afuera los poderes que usurpan la soberanía de Dios. Sus palabras infunden una esperanza nueva en el corazón de los hombres. El evangelio es buena noticia de la cercanía y del amor de Dios. Son palabras de consuelo que curan los corazones afligidos que suspiran porque Dios haga justicia en el mundo. Las palabras de Jesús hablan de una nueva oportunidad para el pecador. Es posible rehacer la vida y empezar de nuevo en amistad con Dios.

El Reino se hace presente en las obras de Jesús que muestran la transformación individual y social que trae el reino. Los diversos tipos de curaciones son el signo de que Dios actúa a favor de la felicidad del hombre. Dios no reina para sus propios intereses sino que busca el bien de sus hijos.

El Reino se hace presente en la comunidad de los discípulos (Mt 4,12-23). La venida del Reino cambió la vida de Jesús y cambió la vida de los discípulos, que inauguraron un nuevo estilo de vida en familia basada no en los lazos de la sangre sino precisamente en el seguimiento de Jesús. Esa comunidad está al servicio del Reino, es una parábola que muestra cómo el Reino se hace presente entre los hombres y derriba las fronteras sociales y religiosas que tantas veces separan a los hombres.

La Iglesia primitiva fue una iglesia de pescadores, de personas que vivían a la intemperie y tenían que salir cada día a evangelizar a los hombres para atraerlos hacia el Reino. De esa acción evangelizadora dependía su supervivencia y su extensión en un mundo que ansiaba la salvación, pero encontraba con dificultad el camino que lleva hacia ella. Los discípulos quedan asociados a su misión de enseñar, proclamar el Evangelio y curar las enfermedades y dolencias del pueblo. Jesús fundó una Iglesia, que es a la vez una realidad divina y humana, demasiado humana. Ese elemento humano con el que Dios quiso contar para salvar al hombre presentará sus fallos desde el comienzo (1 Cor 1,10-13.17) en forma de bandos y divisiones. Pidamos al Señor en la eucaristía que seamos testigos de su Reino saliendo al encuentro de nuestros hermanos los hombres.

 


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