Creed a las obras

14 de mayo de 2017 – 5 Domingo de Pascua

  

El gran desafío de la fe cristiana hoy sigue siendo la credibilidad de la Iglesia y de los creyentes. El papa Francisco ha supuesto sin duda alguna un nuevo punto de partida en cómo el mundo mira a la Iglesia. De nuevo ha empezado a escuchar al Papa porque ve que tiene algo importante que decir para la construcción de un mundo más humano y fraterno. A veces da la impresión de que el Papa está solo en este deseo de una Iglesia más evangélica, más cercana a los pobres.

Gracias a  la presencia de personas santas que siguen haciendo presentes las obras de Cristo en nuestro mundo, la Iglesia sigue adelante siendo instrumento de salvación. Jesús nos prometió que, en su ausencia, nosotros seríamos capaces de hacer las mismas obras que Él hizo (Jn 14,1-12). La Familia Marianista podemos alegrarnos de que el Papa ha autorizado la semana pasada la promulgación del decreto del milagro atribuido a la Madre Adela fundadora, junto al Beato Chaminade, de la Familia Marianista. Así que pronto también veneraremos a ella como Beata. Proveniente de la  pequeña aristocracia francesa (1789-1828) tuvo una sensibilidad especial para con los pobres de su entorno.

El lenguaje de las obras, el lenguaje de la caridad fraterna, es el único que puede comprender nuestro mundo incrédulo. El reto actual no es cuestión de doctrinas, de ideologías sino de un estilo de vida convincente. Ese fue ya el argumento de Jesús ante la incredulidad de sus contemporáneos. Jesús no pide la fe en Él porque esto le suponga alguna ventaja para Él mismo. Lo que Él quiere es que se realice el plan salvador del Padre de que ninguno de sus hijos perezca. Ese plan de salvación pasa a través de nuestra fe en Cristo Jesús en quien el Padre se manifiesta y actúa para salvar al mundo. El lenguaje de Dios es un lenguaje de hechos. Es el único lenguaje que conoce el Dios liberador, que hace justicia a los oprimidos.

Las obras de Jesús son elocuentes para el que quiere ver. Pero incluso su discípulo Felipe no es capaz de percibir que en Jesús está actuando Dios Padre. Felipe pide simplemente que le muestre a Dios y todo lo demás sobra. Jesús se da cuenta de que su vida y enseñanzas han ayudado poco a los discípulos. Todavía no han sido capaces de descubrir en su persona la persona del Padre. No se han dado cuenta de que la persona de Jesús tan sólo se entiende a partir de Dios, como revelación definitiva de Dios. Los discípulos hubieran debido darse cuenta de que a través de Jesús era el Padre el que estaba hablando con ellos. En la persona de Jesús era el Padre el que estaba actuando, realizando aquellas obras maravillosas y sobrehumanas.

Esta unión indisociable entre Jesús y el Padre implica también la unión entre Jesús y el creyente. Éste hará las mismas obras de Jesús, y aún mayores, pues Dios actuará en él, al irse Jesús al Padre. La gran obra de Jesús se prolonga en la Iglesia, una Iglesia carismática y ministerial, sobre todo al servicio de los necesitados (Hechos 6,1-79. En ella todos somos miembros activos, que contribuyen a su edificación para el bien del mundo (1Pedro 2,4-9). La Iglesia, para ser creíble, tiene que seguir realizando las mismas obras de liberación que hizo Jesús durante su vida mortal. Él actúa hoy a través de los creyentes que somos sus colaboradores en la obra de salvación de los hombres. La Iglesia se construye en torno a la eucaristía, pidamos que sea una comunidad creíble a través de las obras liberadoras que realizamos.

 

 

 


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